02 diciembre 2009

Del Azul al Negro




Imagen tomada de Google

Aquella tarde me acerqué a la sombra de la enorme higuera que mi abuela cuidaba como si fuese la niña de sus ojos. Nunca lo entendí bien pero cada día a las horas de entrada y salida de los muchachos en la escuela, armada con una escoba y dando voces, no dejaba que ninguno se desviase de su camino ni un ápice en dirección a su higuera. Tampoco le hacía mucha gracia que yo vagabundeara bajo el follaje, creo que quería la higuera para disfrutarla ella sola, pero yo aprovechaba la hora de la siesta para escaparme. Acostada en la hierba dejaba que me arrullase el susurro de la brisa matizado por los rayitos de sol que se colaban entre las hojas, aspiraba su denso aroma y así creaba una burbuja donde me refugiaba de mi compungida y solitaria adolescencia.

Y con los ojos cerrados creaba versos a mi Príncipe Azul pero los borraba abriéndolos mucho, porque cuando pensaba en el Príncipe Azul me entraban muchas ganas de vomitar. No sabía por qué y me estrujaba la cabeza, hasta que me dolía, pensando que mis amigas siempre estaban felices cuando hablaban de su Príncipe Azul y ni vomitaban ni nada, es más, les salían chapetas en los mofletes. Yo seguía estrujando y estrujando mi cabeza y tampoco entendía por qué mi madre decía que tenía que aprender a fregar, a barrer, a planchar, a lavar o cocinar para el día de mañana ¿pues no iba a llegar mi Príncipe Azul, qué sentido tenía aprender todo aquello si cuando él llegase yo sería una Princesa?

Tendida bajo la higuera hacía versos a las hormigas que subían por su tronco. Esas si que me gustaban. Eran habitantes de un mundo mágico en el que había una reina. ¡Qué suerte! las hormigas no tenían que esperar Príncipes Azules para ser Princesas, que es algo de mucha menos categoría que el ser reina. Casi todas eran obreras, pero no les importaba y cargaban con sus trozos de hojas y sus palitos, y para nada esperaban que llegase un príncipe a juzgar por la velocidad a la que marchaban en la interminable fila. La reina estaba dentro poniendo las cosas en orden y vigilando que a su reino no le faltase de nada. Pero tampoco esperaba al Príncipe Azul, con todas las cosas que tenía que hacer no podía perder el tiempo. Las hormigas son muy trabajadoras y miran mucho tener todo preparado para el invierno, porque si se despistan con cualquier tontería luego no tienen que comer y eso es algo muy serio.

Una tarde, cuando más a gusto me encontraba, sentí un extraño e insistente cosquilleo en una pierna, levanté la cabeza para ver qué era y me incorporé como si me hubiesen puesto un resorte. Un ciempiés enorme, más enorme todavía, caminaba ondulándose por mi espinilla. Empecé a saltar sacudiéndome con las manos por todas partes, con los ojos desorbitados y muda de la impresión. Creo que sólo emitía ruidos raros, no recuerdo bien, cuando sentí que una mano azul me agarraba por la cintura y una voz azul me pedía que me tranquilizara, Él me apretó contra su pecho azul y sus labios azules me besaban suavemente en la frente mientras yo sentía un cosquilleo azul muy diferente al del ciempiés.

-Nunca me había dado cuenta de que eres azul, Juanillo.
-Eso es que no me habías mirado bien, Princesa.

Nuestros labios se unieron suavemente y la higuera era azul, y la hierba era azul y la brisa era azul… azul… azul… cuando un escobazo y la voz de sargenta de mi abuela…

-¿Quién le ha hecho esto a mi higuera, por qué es azul? ¡os mato, yo os mato -gritaba y golpeaba al unísono con su escoba que, por cierto, no era azul.

Y Juanillo saltó la pared como pudo y corrió, corrió… corrió… y por aquellos escobazos de mi abuela me quedé sin Príncipe Azul.



Luego encontré príncipes de todos los colores, pero iban de paso, y me tropecé con uno marengo al que tuve que dar yo los escobazos, porque mi abuela, la de la higuera en propiedad, para entonces ya había muerto y a la pobre higuera la habían cortado para construir un dúplex..

Luisa Arellano



Dedicado a todos los que sienten un cariño especial por las higueras y a los que nunca dejaron de soñar.


Imagen tomada de Google.

43 comentarios:

Nancy dijo...

Luisa, que historia tan encantadora, me reí, pero también me conmovió muchísimo. Además, me hiciste recordar otras historias que debo convertir en entradas de mi blog.
Un fuerte apapacho y un enorme beso.
Eres una gran escritora.

Tempero dijo...

No dejo de soñar y, además, mi amor por las higueras es como su insistencia: profundo.

http://tempero-koroneiki.blogspot.com/2009/10/la-raiz-del-vuelo.html

Los higos del tipo cuello de dama son espectaculares. Este alimento tan básico y tan nutritivo pierde enteros en la alimentación, cada vez más pobre, de occidente. Gana enteros la carne.

Saludos.

Paco Alonso dijo...

Es un placer leer tu bella historia, que me recordaras dichos de la abuela, "bájate de la higuera".
Gracias por compartir.

Cálido abrazo.

Manolo Jiménez dijo...

Luisa, el azul es un color que para verlo en otras personas hay que dejar de mirar con los ojos.

Una curiosidad: siempre me dijeron que no durmiera debajo de las higueras que entraba dolor de cabeza ¿mi abuela era más sutil que la tuya pero igual de efectiva?

Terly (Juan José Romero Montesino-Espartero) dijo...

Gracias por tu dedicatoria, Luisa; yo soy un amante de las higueras. Con nostalgia recuerdo un lugar de verano donde se bailaba en ese, tu pueblo y el mío, de nombre "HIGUER CLUB" y cuya pista, naturalmente, se encontraba rodeada de higueras.
No me gustan los príncipes grises por cuyo motivo entiendo los escobazos con que lo largaste de tu principado.
Me ha gustado mucho tu cuento y déjame que rompa una lanza en favor de tu abuela porque a mí también me encantan las higueras.
Un beso.

Marian Raméntol dijo...

Las higueras que tanto tienen que contar, mi querida Luisa, no mueren por más que las corten, porque siempre hay quien deja en la memoria la huella de su sombra.

Besos mil
Marian

María Socorro Luis dijo...

Como dice Mariam mi higuera nunca morirá. La cortaron hace años mil, pero sigue en mi vida, junto a mi madre en las tardes de historias y junto a mi hermano en las horas de la siesta, cuando inventábamos mundos imposibles...
Le he dedicado alguno de mis poemas y cito su dulzura inclinada en un relato.

Gracias por tu dedicación especial,

UN abrazo emocionado. Soco

Abilio Estefanía dijo...

Hola Luisa, que sabia era tu abuela, si no os dejaba acercaros a la higuera no era por egoismo, sino para que no pudierais "caeros de la higuera" jajajajajaja.

Una historia emocionante con su puntito simpático y coloreado (de azul) ¿la escoba negra?

Cuantas veces he tenido los morros hinchados cuando era niño, de subirme a la higuera que tenia mi abuela en el gallinero a comerme los higos aunque estuvieran verdes.

Un besazo

Luisa Arellano dijo...

Me alegra que te hayas divertido y emocionado, Nancy, con esta historia azul de una época azul y de una higuera maravillosa en el recuerdo.

Apapachitos para ti.

Luisa Arellano dijo...

Bienvenido, Manuel y mil gracias por reforzar la persistencia y tenacidad de la higuera, ese árbol por el que yo siento una especial predilección.

Mis árboles preferidos son la encina y la higuera, ambos me fascinan.

Ya te conté en tu blog que traeré fotos de otra higuera semejante a esa tuya, que nace y renace una y otra vez en un lugar imposible.

Gracias por el recuerdo y por tu atención.

Luisa Arellano dijo...

Paco jejeje, mira que eran "porras" las abuelas con lo de no dejar que nos acercásemos a las higueras. Bueno, con el tiempo se entiende que lo hacían por nuestro bien, para evitar caídas y para evitar daños a estos árboles que tienen la madera relativamente blanda.

La mía ponía trabas a las bandadas de chiquillos que correteaban en busca de pájaros y que si se colaban al huerto lo "trillaban" todo... así se ganó la fama de sargenta jajajaja.

Abrazos.

Luisa Arellano dijo...

Si, paisano, tienes toda la razón y mientras no perdamos ese "poder" podremos presumir de no habernos dejado abducir por el materialismo y aborregamiento que tanto abunda. Habrá que perseverar para salvarnos de la tormenta. ;)

No había escuchado nunca esos efectos al dormir bajo una higuera, pero escuché otros e imagino que todos perseguían el mismo fin: salvaguardar la higuera y sobre todo su cosecha, ya que en otras épocas, lógicamente era un bien necesario.

¿Te has fijado como huelen las higueras cuando hace mucho calor? Es una delicia sentarse a su sombra y dejarse invadir por ese aroma.

Un beso.

Narci M. Ventanas dijo...

Ay, lso príncipes azules de los sueños y de las pesadillas, que a fin de cuentas no sabes ni qué son hasta que crees que has encontrado a uno, lo malo es que siempre acaba por salir la escoba, el príncipe se desvanece y regresas a al realidad.

Me ha encantado tu cuento. Desde esa perspectiva casi infantil, con su toque de ironía y con una moraleja precisa y clara.

Mientras soñemos con la higuera soñaremos con príncipes azules, aun sabiendo que los hay de todos los colores.

Besos

chaconi dijo...

Me siento soñador y me encantan las higueras. Precioso relato, debes deleitarnos más con ellos. Que sensibilidad y dulzura al contar las cosas. Besos desde el sur del sur.

Antonio Martín Bardán dijo...

¡Vaya con Juanillo! ¡Llegó en el momento justo!
Lástima que la abuela no siguiera con su siesta un rato más, porque le espantó.

Me ha gustado mucho, Luisa, gracias por este relato azul.

Un abrazo (del color que más te guste).

cristal00k dijo...

En la entrada de mi casa del pueblo también había una higuera, de esas retorcidas y a la que era muy fácil encaramarse. Yo también lo tenía prohibidísimo, pero muchas veces me escondía entre su frondoso follaje. A leer o también a soñar...Menos mal que era un peso subpluma. Lo malo, es que si me llamaban para algo, debía callarme y hacer como que no oía para evitar la bronca que me caía jeje! si me descubrían en ella.
Mi hermana(un poco mayor) se lo imaginaba y cuando ya mis mayores entraban de nuevo para adentro rezongando, me susurraba ¡ahora! y Cristalita bajaba rauda como si ná!! Nunca me pillaron.
Luisita, somos una generación que hemos sabido avanzar por nuestra cuenta, sin creernos lo que decía el libro... de los papanatas... y además aprendimos enseguida que los principes de colores, con el tiempo, sieeeempre destiñen...
Pero bueno, por esa época, Juanillos nunca faltaban ¿verdad jajaja!
Me encantó la entrada amiga. Un besazo.

Luisa Arellano dijo...

Terly... mira que yo sólo me acuerdo del Capri jajajaja... pero también tenía higueras... creo recordar ¡Ay madre, cuánto tiempo! :)

Me alegra que te pongas del lado de mi abuela porque en el fondo no era nada "ogra" sólo defendía... SU higuera! :):)

Deberías venir pronto por aquí, no sea que se te vayan a olvidar los olores y los colores jejeje.

Un beso extremeño.

Azpeitia poeta y escritor dijo...

Ayer me senté debajo de unas higueras muy grandes que circundan mi espacio vital en el monte, y hoy al leerte, te he comprendido mejor que nadie...el áspero tacto de sus hojas y ese verde lujurioso y fuerte, junto a su especial olor evocan muchos sentimientos...enhorabuena por tu hermosa sensibilidad Luisa...un beso aunque no sea azul de azpeitia

Amizade / Amistad dijo...

HOLAAA QUE TENGAS UN LINDO DIA Y UN BONITO FIN DE SEMANA, SALUDOS DE TUS AMIGOS DE :
Um Farol chamado Amizade
Tétis, Argos e Poseidón

silvia zappia dijo...

Agradezco de corazón que hayas escrito este relato.Es hermosísimo, y nos refleja a todos los que,alguna vez, tuvimos amistad con alguna higuera.

Mil besos, sin dejar de soñar*

Alicia Abatilli dijo...

Yo espero ansiosas las brevas y tus historias son como la miel de ellas.
TE dejo un abrazo, Luisa.
Alicia

Carlos Serra Ramos dijo...

Muy bueno, Lui.

Me ha gustado por la candidez con qué lo expresas, le has imprimido el sabor de la infancia como si lo hubieras escrito en tus primeros años.

Lo conocía ya pero lo he disfrutado mucho más que en la primera lectura porque de un tiempo acá me voy volviendo más niño, jejeje, aunque no lo creas, hasta el chocolate lo coimo a escondidas.

Un beso, niña ¿jugamos?

Carlos

ybris dijo...

Encantadora historia con ingredientes de cuento verdadero.
Especialmente significativa para quienes tenemos princesas azules enamoradas de todas las higueras con huellas tiernas de los mejores abuelos.
He disfrutado leyéndote.

Besos.

Luisa Arellano dijo...

Marian, estoy disfrutando mucho al descubrir que la inmensa mayoría tenemos una higuera en nuestra vida, y es que a este árbol entrañable la publicidad no lo trata como se merece.

En su honor, y para todos, dejo aquí un poema precioso de Juana de Ibarbourou que me encanta leer:


Juana de Ibarbourou

(Melo, Uruguay, 1895 - Montevideo, 1979)

LA HIGUERA

Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos:
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se visten...

Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
-Es la higuera el más bello
de los árboles que hay en el huerto.

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

Y tal vez a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo, le cuente:
-Hoy a mi me dijeron hermosa.

Luisa Arellano dijo...

Lo mismo que le digo a Marian, mi querida amiga Soco, te digo a ti, es maravilloso descubrir estos puntos comunes, estas viviencias tan parejas aunque vivamos a muchos Kms de distancia. Esas higueras, que por desgracia la mayoría han sucumbido en aras del... "progreso" forman parte de nuestra común historia vital.

Lo que he contado es un cuento, claro que si, pero la higuera era real. Una higuera enorme con higos "blancos" que se encontraba en el huerto de mis abuelos justo al lado de la casa. Ahora aquél huerto ya no es huerto, se urbanizó y cortaron la higuera, pero cuando voy, reconozco el punto exacto en el que se encontraba y me llega su aroma, su sombra y.... la voz de mi abuela que me grita con la escoba en la mano jejeje.

Besos

Luisa Arellano dijo...

Buen observador, Abi. Si, la escoba no era azul... ¡quién sabe cuántos futuros habrán cambiado las escobas...

¡Ja! imagino tus morros comiendo higos verdes jajajajaja qué ocurrencias!

Gracias por sentarte un ratito de cháchara bajo la sombra de esta higuera azul.
Besos.

Luisa Arellano dijo...

Los niños son los dueños de la magia, y el mundo puede volverse azul en un segundo. Claro que las escobas pueden aparecer y desbaratar todo también en un segundo... pero si nos acompaña la fuerza sosegada y la persistencia de las higueras, nada tendremos que temer.

Gracias, Narci.

Luisa Arellano dijo...

¿Y tú me hablas de sensibilidad y dulzura? pero si tú la tienes toda acaparada, Chaconi.

Intento escribir, pero de momento las musas están de un cabezotaaaaaaa jejeje

Muchos besos.

Luisa Arellano dijo...

Venga ese abrazo, tornasolado o como sea, Antonio, aún soñamos y eso hay que celebrarlo.

El Juanillo, un poco "mambrias" qué quieres que te diga... le faltaron redaños... mucho príncipe y mucho azul, pero a la hora de la verdad... no tenemos a nadie jajaja

Besos multicolores.

Luisa Arellano dijo...

Qué bueno haber despertado esos recuerdos, Cristal. Unos llevan a otros y al leerte se ampliaron los míos, porque muchas veces mi “delito” no consistía sólo en hollar aquél claustro prohibido. Mi abuela tenía un pequeño transistor a pilas que cuidaba con el mismo afán que a la higuera. Yo no entendía que si lo usaba las pilas se agotaban (eran un bien preciado entonces) y ella se quedaba sin poder escuchar su programa favorito “Elena Francis” pero yo que me moría por escuchar la voz de Juan Pardo entonando “La Charanga” y aprovechando la siesta, me las ingeniaba para llevarme el transistor y soñar bajo la sombra de la higuera. Doble “pecado”. Tanto abusé, que lógicamente se dio cuenta y se me acabó la música, pues en adelante cuando se iba a dormir se llevaba el transistor y lo guardaba bajo la almohada jajajajaja ¡Qué recuerdos!

Besotes.

Jesús Arroyo dijo...

Que tendrán las abuelas que sin clavar, siempre dan en el clavo...
Un beso, Luisa.

manolotel dijo...

Precioso cuento, Luisa. De todas formas, te digo, la monarquía está muy devaluada y la mayoría de principes/rana son realmente ranas :-)

Observo un cierto asentamiento en tu prosa que ya no necesita de la anécdota final para contar cosas. Encuentro que vas creando un estilo y eso es fundamental a la hora de plantear las historias. Sobre todo no suena a conocido que es lo peor que le puede pasar a un cuento. En cuanto te pongas a construir personajes tendremos una novelista de primer nivel (aunque no queremos perder a una magnífica poeta).

Un beso azul.

Luisa Arellano dijo...

Cómo me gustaría dar una vueltecita por Zuhaitz-Ondoan y sentarme de charleta contigo a la sombra de esas higueras, Azpeitia.

Un abrazo enorme.

Luisa Arellano dijo...

Mis queridos amigos de Amizade, otro abrazo muy grande para vosotros.

Besos.

Luisa Arellano dijo...

Rayuelita, me alegra que hayas disfrutado.

Sigamos soñando.

Besos.

Luisa Arellano dijo...

A mí también me gustan mucho las brevas, Alicia. Están buenísimas jejeje

Besos.

Luisa Arellano dijo...

Juguemos, Carlos Serra. No dejemos nunca de ser niños :)

Y si, todo el cuerpo del relato lo hice pretendiendo la voz de aquella niña de doce años que lo ignoraba todo y que soñaba con todo. Si así te ha llegado es que lo he conseguido y me alegro mucho jejeje.

Un beso enorme, niño grande.

Luisa Arellano dijo...

Ybris, cómo me alegra que estés aquí y cómo te echo de menos. Vuelve pronto ¿si?

Gracias por tus palabras.

Luisa Arellano dijo...

Es que las abuelas, son la releche, Jesús jajajaja

Abrazos grandotes.

Luisa Arellano dijo...

Pues si, Manolotel, son ranas. Lo he comprobado personalmente. ;)

La historia tiene ya unos meses, pero es cierto que estoy intentando alejarme de los finales sorpresivos. A ver si lo voy consiguiendo, aunque de seguir con la sequía que me ataca, no los habrá ni sorpresivos ni de los otros jejeje

A ver si pasa pronto.

Gracias por tu ánimo.

Un beso.

Jaht dijo...

La vida es un cuento, sin duda, y los sentidos nos engañan mucho.
A veces: los príncipes azules son morados, los caballos son pencos y las higueras estériles. Pero, ¡que nos quiten lo "contao"

Luisa Arellano dijo...

Se impone la cruda realidad, pero... es tan bello soñarrrrr ;)

Gracias, mi amigo.

Caminante dijo...

Te lo copio.
Veo por aquí unos cuantos de mis amores: Manuel, Antonio e Ybris. Cuídamelos.
Besos: PAQUITA