Era un árbol
y la tarde
pendía de las ramas
y se hacía
murmullos bajo la corteza.
La espera
rebosaba en cada hoja
con la
timidez de un imberbe enamorado.
Al poco
anochecía,
de nuevo a
soñar con ser avión,
el ave fénix
o el techado
amoroso
mullido y
sonriente,
que abriga
el corazón al peregrino
quitando sus
legañas
allende las
raíces.
Y de nuevo
la luz
con la
mochila
dispuesta
para el paso
continuo de
las horas…
***
Luisa
Arellano
2017
2 comentarios:
Siempre me alegra reencontrarte por aquí, disfrutar tu poética y dejarte unos cuantos besos.
Un gusto leerte, ya te lo he dicho antes...
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